viernes, 12 de noviembre de 2021

Te lo explico...

...despacito, para que lo entiendas aunque no lo compartas. Sí, tú, a tí te hablo. Al que en alguna ocasión me ha dicho:

-¿No tienes WhatsApp? ¿Por qué no te lo bajas? ES GRATIS.

-Sí, yo te mandé un mensaje por Facebook. Pero es que todavía no me has contestado. 

-¿No tienes tele? ¿Y qué haces en tu casa? Yo te regalo una. ¿Que no la quieres? ¿Por qué?

-¿A ti no te da cosa vivir sola? Ojalá encuentres a alguien. O igual ya lo tienes y no nos has dicho nada. Ojalá sea así... No queremos que estés sola...

Señoras, señores, señoris, señoros, señorus y toda clase unicornios iridiscentes: Yo soy así. ¿Más rara que un perro verde? Puede. No lo descartes, aunque soy más de gatos.

Por cierto: no vivo sola. Soy la única humana de esta casa, pero estoy muy bien acompañada. Y si me quieres visitar, llámame, porque tampoco tengo timbre, ni planeo instalarlo. Ya oleré el humo si hay barbacoa cerca y tengo motivo de peso para salir de casa. 

Tele no necesito. ¿Un trasto más que limpiar, que hace ruido y encima gasta electricidad? Tú flipas. Tengo cosas mucho mejores que hacer. Pero gracias de todas formas. 

No me gustan las interrupciones y valoro mucho el silencio. Por eso no tengo las notificaciones activadas y no necesito más programas de mensajería. Yo decido cuándo revisar los mensajes.

-Pero mi ciela, así te vas a quedar SOLA. ¿Tú no piensas echarte pareja nunca? ¿Un novio o algo?¿Formar una familia al menos? No sé, chica... 

A mí me da que tienes el oído selectivo o algo. Me gusta estar sola y en silencio, Mari. Igual un día me caso y todo. Eso sí, veo más plausible que cada uno esté en su casa y se visite previo aviso, a lo Woody Allen. Pero dudo que por ello me deje de gustar estar sola y en silencio. 

domingo, 24 de octubre de 2021

Bloqueo con aires de pseudoescritora

 Aloha a quién no pase la hoja 🙃 (básicamente porque quien la pase no va a poder leer el mensaje).

Casi nunca entro por estos lares. Antes era una herramienta de evasión y de "expresión silenciosa a los cuatro vientos". Es decir, era capaz de escapar entre las entradas que leía y en lo que escribía dejaba escapar lo que dentro de mí se ahogaba.

¿Pero qué ha pasado? En algún momento dejé de hacerlo porque sentía que ya no me salía, que tenía que darle un puntito de gracia que no tenía, que ya no me nacía.

Puede que esa gracia nunca haya existido y que fuera un simple producto de mi  imaginación. Pero de haberse dado la mínima expresión de ésta, está claro que se ha hecho a un lado para dejarle espacio a la expectativa. Concretamente a la autoexpectativa indefinida que ni escribe ni deja escribir.

En fin, que no tengo nada que decir. Solo quería reflexionar acerca de todo lo que dejamos de hacer o nunca llegamos a comenzar porque no es el "momento adecuado" o no tenemos la capacidad o inspiración de dejarlo "cómo nos gusta".

Esa es otra... Lo que nos gusta va cambiando. Y lo que nos gustaba hasta vergüenza ajena puede darnos (no creo que necesitemos recordar ninguna moda como ejemplo, aunque aún sigo pensando en el loro que podía haberse posado en mis aretes). Pero el tiempo va pasando (cada vez más deprisa entre más tiempo hayas pasado en esta tierra) y te vas dando cuenta de que cada vez te la refonflinfla más todo y que más vale colada arrugada que lavadora sin poner.

A mi amiga la Patata, la que sin querer queriendo me ha puesto a teclear, no le haría ni pizca de gracia que la ropa estuviera arrugada. - Ni que fueran unas papas con mojo, Limón-, me diría ella. Pero ella y yo sabemos que la ropa lavada está un paso más cerca de la plancha que la que está de fin de semana en ese cutre hostal de dos estrellas llamado cesto.

P. D.: La ejecución de mi colada sigue efectuándose con la misma regularidad de siempre. Sheldon Cooper lo sabe. Me copió el sistema.

                      ¡Gracias Patata! 

viernes, 13 de septiembre de 2019

Bloqueo lector

 Quizás solo sean cosas de Limón, pero a mi me
pasaba algo similar con los libros. Antaño, cuando estudiaba, leía mucho, bueno digamos que bastante...quizás no, pero me sentía satisfecha. No se trataba de ninguna competición, sino de un reto conmigo misma. No contaba los libros, pero me leía uno a la semana aproximadamente (unas 300 páginas). De buenas a primeras se convirtió en uno al mes. Me llevaba siempre un libro fino conmigo (máximo 250 páginas), intentaba leer en cualquier hueco que tuviese, pero no conseguía concentrarme. Leía las frases una y otra vez sin lograr meterme en la historia. Había notado que ya no me salía escribir, que la libreta que llevaba siempre conmigo estaba atestada de listas de la compra en las que siempre había chocolate o galletas que comprar. Me costaba redactar, cuando siempre me había gustado y me salía solo. No digo que lo hiciese bien, ni que fuese una experta, pero me gustaba. La soltura para expresarme había desaparecido. Ya ni me salían esas parrafadas en el Messenger que, aunque lejos de tener un valor estilístico mínimo, no dejaban de ser una forma de expresión de uno mismo y una vía de escape para evadir la realidad. Hay quien para ello juega a algún videojuego. Yo solía leer y notaba que me faltaba.
Me propuse leer cincuenta libros ese año. Leí diecisiete. Me frustré por no haber llegado ni a la mitad.
Al año siguiente me propuse el mismo reto. Leí treinta y seis. La frustración no era tan grande, porque había avanzado, pero seguía sin estar satisfecha. Así que cambié de estrategia. Iba a leer una hora al día. Con la ayuda de un calendario tachaba cada día que conseguía hacerlo. Si leía varias horas, tachaba varios días.
Tenía meses muy buenos, pero otros bastante malos. Leí menos libros que el año anterior, pero notaba que estaba por buen camino. Había logrado concentrarme aunque no leer todos los días, porque me condicionaba el tener que tener una hora de tiempo para dedicarle a la lectura.
Al siguiente año me propuse los dos retos a la vez: Leer cincuenta libros y dedicarle una hora cada día a la lectura. Para ello decidí leer siembre después de cenar y antes de meterme en la cama.
En mayo dejé de marcar las horas porque sentí que ya no hacía falta. Al final sobrepasé el reto sin esfuerzo alguno. Había vuelto a donde quería porque quería.
Y después de un curso escolar taumático y espantoso en general, vuelvo a tener la capacidad de concentración de un lemur dormido.
Mi reto diario es leer diez ninutos. Ya no tacho un calendario. Sigo sin tener tele ni wassap, pero controlo mi progreso en "habítica" que es una aplicación friki para llevar la cuenta de las tareas pendientes y los hábitos que queremos adquirir.
Leer libros no nos convierte en mejor o peor persona.

No tenemos por qué ser más listos por habernos cobijado tras las páginas de un buen volumen.

jueves, 12 de septiembre de 2019

El acantilado tras la limera

Según cuenta la leyenda, de pequeña era un trasto al que le gustaba abrazar el peligro o al menos mirarlo de frente desde arriba. Me encantaba sentarme en filos, precipicios y alturas varias, desde el borde de una mesa a un acantilado si mis padres no me veían.
Ni Disney, que ha hecho mucho daño, había conseguido quitarme las ganas de ir a mi econdite secreto detrás de la limera del jardín de mi casa y mirar al vacío.
En el colegio recuerdo que saltaba de una pared a la plaza de la iglesia sin pensarlo mucho. Y creo que esa es la clave. No pensarlo mucho. Porque ahora mismo el simple hecho de imaginarme alongada me da unas fatiguitas...
Es decir, hoy en día no me da vértigo subirme a los tacones, pero poco me falta. Tengo un miedo irracioal a las alturas. Me da pavor cruzar los pasos elevados de las carreteras y alguna vez me he mareado subiendo unas escaleras mecánicas.
Sé que los niños no tienen el sentido del peligro muy desarrollado y que los adolescentes lo desafían a modo de herramienta para el desarrollo de la madurez, pero ¿por qué nos volvémos tan miedosos los adultos? ¿Será un mecanismo para mantenernos con vida y no acortar aún más el tiempo que nos queda? Sería curioso que con el fin de prolongar nuestra exiatencia al máximo, acortásemos los placeres de esa vida que tanto atesoramos.
Así pues, quizás no vaya a saltar en paracaídas por lo pronto, pero no renunciaré a visitar lugares de ensueño o disfrutar de la maravillosa naturaleza en una caminata por una alarma mal conectada en mi cuerpo.



jueves, 5 de octubre de 2017

Queda la Noche

Con un título así, esperaba que la protagonista se llamara Leila o Sherezade, pero no: Se llama Aurora. Creo que la elección del nombre no ha podido ser al azar y si lo es, me parece una coincidencia demasiado irónica.
Aurora es una treintañera, casada,  que pertenece a una familia acomodada, tiene un amante y se va de viaje a Oriente. Se nombran algunas ciudades, pero no se especifica mucho la localización.
El libro está escrito en primera persona y narra el diálogo interno de la protagonista acerca de su vida en general y las experiencias vividas en ese viaje que al parecer la han hecho cambiar.
Nos encontramos ante una novela de 265 páginas de Soledad Puertolas, publicada en 1989 por Planeta, y que fue muy criticada por haber recibido un premio. La mayor parte de las críticas se centran en comparar esta novela con otros trabajos de la autora. De momento no he leído nada más suyo, pero he de decir que esta novela no me ha desencantado, y no me hará huir en cuanto lea el nombre de la autora. También critican la vaga descripción geográfica y la superficialidad del diálogo interno de la protagonista.
Quizás la autora simplemente quiso mostrarnos un poco el ambiente y las sensaciones del lugar sin profundizar, ¿porque lo importante era la idea del lugar y no el lugar en sí? A mi eso me hubiese valido, pero al nombrar algunas ciudades por encima se ha quedado a medio camino entre describir o no y eso no me ha gustado.
En cuanto a la supuesta superficialidad del diálogo carente de "detalles trascendentales", opino que mejor así, pues así cabe interpretar las emociones del personaje de una manera más personal que podría hacernos empatizar con él.
¿Qué opinan ustedes? 
¿Mejor describirlo todo o dejar lugar para la imaginación?

miércoles, 4 de octubre de 2017

El beso de la mujer arañana

Una celda. Dos presos: Molina y Valentín.
Valentín no se fía ni de su sombra, pues cualquiera podría traicionarle.
A la vista está. Para muestra un botón: Él tras esos barrotes se encuentra.
Es un hombre de ideales firmes que se ve capaz de cambiar el país.
Molina es un soñador que pronto acabará de cumplir condena.
Se conforma con que su mundo cambie.
Él quisiera ser mujer.
De un muchachito se enamoró y por ello encarcelado se halla.
Cada uno tiene su historia, pero lejos de contarse batallitas, se narran películas el uno al otro.
El uno busca pasar el rato, el otro impresionar al que quiere dejar los ratos pasar.
Mucho tiempo juntos, poco espacio para la intimidad de cada uno hacen que ésta sea mutua  se convierta en una sola. De esta manera, se fusionan. Crean una relación simbiótica y cada uno adopta parte del alma del otro.
Se trata de una novela de 1976, escrita por el argentino Manuel Puig. Es corta pero intensa. Trata la homosexualidad y los problemas políticos de la época en Argentina. Está escrita con pasión, o por lo menos está latente en la personalidad de los personajes. Tan distintos y a la vez tan iguales. Tan personas...al fin y al cabo.


lunes, 2 de octubre de 2017

Réquiem por un campesino español

Nos encontramos ante na novela corta, escrita por Ramón J. Sender. Apareció por primera vez publicada en México con el título de Mosén Millán a causa de la censura de la dictadura franquista. El nombre actual lo recibió años más tarde.
La novela se desenvuelve el el marco de la guerra civil española. Pese a la dramática, triste y escabrosa situación en la que se desenvuelven los acontecimientos, el libro está escrito con soberana sobriedad y distanciamiento. Se muestran las diferentes corrientes políticas de la época y se centra en lo llamado "revolucionario" que acaba adquiriendo muchos matices, pues no siempre es fiel a la idea transgresora, sino que acaba en un punto medio entre lo tradicional y el cambio.
Nos cuenta la vida de Paco un revolucionario idealista y soñador, con sus idas y venidas. Destaca la narración, pues viene dada de mano de Mosén Millán, el párroco del pueblo al que escuchan todos en la misa.
Es un libro "chapuzón". De esos que sirven para meterte en la atmósfera de la época, pero con la particularidad de que, a pesar de salir empapado, te secas rápido; pues el sol de la "escritura distante" te seca pronto. Es un libro para empáticos, para entender un poco más la historia, quizás incluso la que estamos viviendo a día de hoy.
¿Han leído esta obra?
¿Algo similar? 
¿Qué opinan del papel del clero en novelas del estilo?