domingo, 25 de marzo de 2012

This is not a film


Muchas veces,  vamos al cine a ver una película que debe ser "la repera", y esperamos contemplar un film espectacular, pero al final resulta no ser así. De manera que salimos de la sala con la sensación de no haber visto una obra digna del celulóide (y de haber pagado por dejar que nos torturasen los ojos).

El pasado domingo, aprovechando el festival de cine de "mi pueblo", fui al cinema a no ver una película o a ver una no-película, según se prefiera. Y no es que simplemente, buscara una escusa para comer palomitas y no me enterara de la trama, o que la obra en cuestión fuera una caquita rosa pinchada en un palo. Simplemente no era una película (no le den más vueltas).
La no-película se titulaba "This is not a film" 
(Aquí pueden ver el trailer: http://www.youtube.com/watch?v=fFmZjcgH_iE ) .


Se trata de un trabajo del cineasta iraní Jafar Panahi. Un director de cine con un estilo documentalista (quizás me guste por eso. Adoro a Kazuo Hara) que denuncia los problemas ocasionados por las restricciones de su país. Precisamente por las censuras de este lugar, Jafar ha tenido ciertos problemas con la justicia que sin una razón clara lo ha detenido en varias ocasiones e incluso lo ha encarcelado durante 88 días. Hubiese sido más tiempo si no fuese por las movilizaciones de organizaciones como Amnistía Internacional que apoyaron al cineasta. Actualmente se enfrenta a una condena de 6 años de carcel y a 20 años de inhabilitación profesional que lo obliga a abstenerse de cualquier actividad relacionada con la gran pantalla.


Pero antes de ir a juicio  con ayuda de su amigo y
 compañero de trabajo Mojtaba Mirtahmasb filmó una especie de "película casera" titulada "This is not a film". Destaca por la esfera de cotidianidad, la improvisación del relato y el sentido del humor de Panahi, que pese a su situación no deja de sonreir. No voy a destripar el argumento, porque odio a los spoilers ¬¬
En mi humilde opinión, y sin ser una crítica irónica, la estrella de esta no-película es la iguana que, obviamente, ha nacido para ser una estrella.

viernes, 16 de marzo de 2012

Tato yo te mato

El título de esta entrada no es ningún tipo de advertencia o de amenaza (y no porque ya haya cometido el asesinato).
Tato sigue "vivito y coleando" y espero que siga así por muchos años, porque...

Tato me escucha y me hace lo que quiero. Y no, no es mi amante.
A Tato le digo: "¿Qué crees que me sentaría bien?" y él me contesta con estilo, sin necesidad de ser mi amigo gay.
A Tato le digo: "Quiero algo diferente". Y Tato propone un plan que me suele gustar.
A Tato le cuento cómo me siento: "Me pesa la cabeza". Y él, sin ser mi médico de cabecera y sin receta alguna, me ayuda.
A Tato le digo descárgame que ya no puedo más. Y él, sin ser mi fisioterapeuta, lo hace.
A Tato le digo: "Corta sin miedo". Y, tijeras en mano, me trasquila media fregona. Y eso es porque Tato es mi peluquero.
El otro día, sin ir más lejos, me acordé de él. Pero esta vez fue difertente: no necesitaba un corte de pelo, no tenía las puntas abiertas o dudas sobre algún champú. Estaba en la ducha, en cueros y con la mampara echada. El gel, el champú, el acondicionador y la mascarilla habían sido previamente seleccionados teniendo en cuenta las necesidades de aquel día.
Apretamos el champú de orquidea, hmmm, su olor es un goce para los sentidos. Masajeo, masajeo y vuelvo a masajear...mecachís, algo falla. Tengo la mitad de pelo que ayer y no me acordé al dosificar el producto. "No importa" (estas cosas pasan), pensé...hasta que miré al acondicionador.

Tato, ¿me puedes explicar cómo se supone que voy a acabar la botella interminable de acondicionador TRESemmé ahora?

La guagua voladora


Siempre he sido una fiel defensora del transporte público. Además de evitar el aumento de las emisiones de CO2 y frenar así el deterioro del planeta, es la mar de cómodo. Esto lo hemos escuchado y leído miles de veces. Cierto. Más que una frase que pretenda concienciar parece la típica escusa barata de alguien que aún no se ha sacado el permiso de circulación (No, todavía no me lo he sacado. Probaré poniendome unos pendientes "tipo loro" y atropellando a todo el que se me ponga por delante a ver si de esta manera intimido al examinador y me aprueba. Es mi nueva estrategia).
No, no me he vuelto loca de remate: Ir en guagua es la mar de cómodo. Se puede leer, escuchar música (o las dos cosas a la vez), incluso escribir, si se adquiere práctica. Creo que la guagua ha sido la principal responsable de que obtuviera mi media de bachillerato sin apenas tocar un libro en casa. Y, aunque una no tenga que estudiar, siempre podrá "echar un huele" en su bolso de Mary Poppins particular y encontrar en qué entretenerse. Todas llevamos en el bolso mil y una cosas "por si las moscas". En el mío nunca falta un mp3, una libretita y mi agenda (porque cuando no la tengo se me ocurren siempre las cosas que "luego" tengo que hacer). Últimamente, hay un ovillo de lana y un ganchillo porque intento avanzar con mi "frikimanta" (ya me quedan menos de 100 cuadraditos para terminar el dibujo central); pero también ha habido épocas en las que llevaba una libreta de sudokus o un cubo de rubik, pese a que nunca conseguí resolverlo.

Pero, el miércoles cuando me monté en el Salcai (antiguo nombre de la empresa "Global" de guaguas de Gran Canaria), me di cuenta de que solo había dos pasajeros más aparte del conductor y de mi . "Ya se subirá más gente", pensé. Ingenua de mi, me había subido a la 91en el exótico pueblo de Arguineguína  y no iba a parar hasta el aeropuerto (que está a mitad de camino, a media hora de mi salida y a otra media hora del destino  ).
"Buff, me da mala espina quedarme dormida", pensé y saqué mi ovillo marrón para hacer tres o cuatro cuadraditos y evitar caer en los brazos de Morfeo. Cuando empecé mi segundo cuadradito me di cuenta de que no habíamos pasado por el aeropuerto y de que estábamos a punto de llegar a nuetro destino. Me extrañé mucho, pensé que había sido porque ninguno de nosotros había pulsado el botón de parada para bajarse en aeropuerto y que por eso siguió de largo. No obstante, mi tricoproductividad había sido escasa. Pensé que había sido por el cansancio, pero cuál fue mi sorpresa cuando entré en "El Hoyo" (Estación de guaguas de Las Palmas) y aún no había acabado mi segundo cuadradito. No era de extrañar, pues habíamos tardado 33 minutos en llegar.
¿Me habría confundido? ¿Me habría montado en un avión en lugar de en un bus? ¿Cuándo pasé por el control de seguridad? No me han pedido el DNI. Seguro que no pasamos por el aeropuerto porque nuestro chofer no había pedido permiso para aterrizar. Pese a tantos interrogantes, una cosa queda clara, esas orejas, que llevan las guaguas de Global a modo de espejos retrovisores, son alas.
Definitivamente, me subí en una guagua voladora, sin tráfico, pasajeros ni huelgas de por medio. No pido que hoy el avión "de verdad" llgue en la mitad de tiempo, solo espero que la huelga de Aena no nos afecte y pueda ver a mi niño.