viernes, 13 de septiembre de 2019

Bloqueo lector

 Quizás solo sean cosas de Limón, pero a mi me
pasaba algo similar con los libros. Antaño, cuando estudiaba, leía mucho, bueno digamos que bastante...quizás no, pero me sentía satisfecha. No se trataba de ninguna competición, sino de un reto conmigo misma. No contaba los libros, pero me leía uno a la semana aproximadamente (unas 300 páginas). De buenas a primeras se convirtió en uno al mes. Me llevaba siempre un libro fino conmigo (máximo 250 páginas), intentaba leer en cualquier hueco que tuviese, pero no conseguía concentrarme. Leía las frases una y otra vez sin lograr meterme en la historia. Había notado que ya no me salía escribir, que la libreta que llevaba siempre conmigo estaba atestada de listas de la compra en las que siempre había chocolate o galletas que comprar. Me costaba redactar, cuando siempre me había gustado y me salía solo. No digo que lo hiciese bien, ni que fuese una experta, pero me gustaba. La soltura para expresarme había desaparecido. Ya ni me salían esas parrafadas en el Messenger que, aunque lejos de tener un valor estilístico mínimo, no dejaban de ser una forma de expresión de uno mismo y una vía de escape para evadir la realidad. Hay quien para ello juega a algún videojuego. Yo solía leer y notaba que me faltaba.
Me propuse leer cincuenta libros ese año. Leí diecisiete. Me frustré por no haber llegado ni a la mitad.
Al año siguiente me propuse el mismo reto. Leí treinta y seis. La frustración no era tan grande, porque había avanzado, pero seguía sin estar satisfecha. Así que cambié de estrategia. Iba a leer una hora al día. Con la ayuda de un calendario tachaba cada día que conseguía hacerlo. Si leía varias horas, tachaba varios días.
Tenía meses muy buenos, pero otros bastante malos. Leí menos libros que el año anterior, pero notaba que estaba por buen camino. Había logrado concentrarme aunque no leer todos los días, porque me condicionaba el tener que tener una hora de tiempo para dedicarle a la lectura.
Al siguiente año me propuse los dos retos a la vez: Leer cincuenta libros y dedicarle una hora cada día a la lectura. Para ello decidí leer siembre después de cenar y antes de meterme en la cama.
En mayo dejé de marcar las horas porque sentí que ya no hacía falta. Al final sobrepasé el reto sin esfuerzo alguno. Había vuelto a donde quería porque quería.
Y después de un curso escolar taumático y espantoso en general, vuelvo a tener la capacidad de concentración de un lemur dormido.
Mi reto diario es leer diez ninutos. Ya no tacho un calendario. Sigo sin tener tele ni wassap, pero controlo mi progreso en "habítica" que es una aplicación friki para llevar la cuenta de las tareas pendientes y los hábitos que queremos adquirir.
Leer libros no nos convierte en mejor o peor persona.

No tenemos por qué ser más listos por habernos cobijado tras las páginas de un buen volumen.

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